También se debe tener en cuenta que buen número de las voces registradas en el DRAE como peruanismos adolecen de grandes imprecisiones, cuya responsabilidad es difícil de precisar: no sabemos si los académicos correspondientes peruanos envían a España información correcta y suficiente, o si en España -habiendo recibido todo conforme- cambian o "corrigen" esos datos. Por ejemplo, en el DRAE tenemos:
"camanchaca. f. Chile y Perú. Niebla espesa y baja".
Aparentemente, según el DRAE, la pala camanchaca sería conocida en todo Chile y todo el Perú, lo cual no ocurre: por lo menos el Perú este vocablo es conocido y empleado sólo en el litoral sur (entre Nazca y Tacna); en Lima y en costa de más al norte (no hablemos ya de sierra y selva) no es conocido. Otro caso tenemos con chibolo, que el DRAE presenta así:
"chibolo, la. m. y f. Amér. Central, Col., Ecuador y Perú. Cualquier cuerpo pequeño y esférico. Amér. Central, Col., Ecuador y Perú. Chichón".
Para nosotros, la inexactitud es evidente: ninguna de las dos acepciones se conocen en el Perú. Únicamente en Lima, en lenguaje informal, se emplea chibolo (a), pero con el sentido de 'niño (a)'.
En el tratamiento de los peruanismos o americanismos, el DRAE no presta suficiente ayuda, no sólo por lo inexacto de muchos de sus Registros, sino por la limitada técnica lexicográfica con que lo elaboran, si lo comparamos -para poner sólo dos ejemplos- con el Vocabulario Jacaru- Castellano de Neli Belleza o un diccionario Oxford mediano (Advanced Learner's Dictionary), que sí brindan suficiente y oportuna información fonética y gramatical en cada palabra que lo requiera (irregularidades en la formación de plural, en la conjugación, variantes de pronunciación, etc.), a la vez que dan cuenta de los préstamos de otras lenguas. En la práctica lexicográfica internacional, hace tiempo(por lo menos cuatro siglos, si vemos el diccionario aimara de Bertonio) que se reconoce la importancia de incluir en los diccionarios información gramatical y fonética. En consecuencia, el lexicógrafo debe entender que no está produciendo un listado de palabras con sus significados, sino un documento que presta ayuda integral al lector. Lejos estamos, pues, de los tiempos en que artificialmente se establecía una diferencia tajan te entre diccionario y gramática. Consecuentemente, el lexicógrafo debe conocer no sólo técnica lexicográfica, sino también fonología y gramática. Estos nuevos vientos parece que tardan en llegar a la Academia.
Otra limitación para el estudio de lo americanismos y de los peruanismos en particular es que algunos lexicógrafos no están al día con las más recientes investigaciones en lenguas andinas, ni recurren a todos los lexicones conocidos de tales idiomas; es posible que sólo revisen los diccionarios antiguos o "consagrados", dejando de lado muchos otros trabajos que les ayudarían a aclarar el panorama. Tal omisión les impide fijar con precisión si una palabra tiene origen en el quechua, en el aimara, en el jacaru o en otra lengua nativa. Puede ocurrir que el étimon de una palabra no sea quechua, sino aimara, o viceversa, o que proceda de una raíz común a las tres lenguas, sin que se pueda precisar de cuál de ellas pasó el préstamo al español. Así, por ejemplo, pampa se encuentra en quechua, aimara y jacaru; entonces, no podríamos consignar este vocablo -a menos que sepamos que el uso se originó en zona quechua- como que proviene sólo del quechua sino también habría que mencionar al aimara y jacaru. Esto se puede conocer sólo si se está al tanto de los trabajos dialectales y de protolengua. Por su parte, los lexicógrafos de lenguas nativas o ágrafas deben tomar en cuenta los hispanismos y préstamos de otras lenguas. No existen "lenguas puras".
Otra fuente importante de inexactitud en el DRAE es la omisión de nombres científicos de muchas plantas y animales. Para entender esta grave omisión, no olvidemos que ya en el siglo pasado, Juan de Arona, en su Diccionario de Peruanismos, incluía el nombre científico de algunos zoónimos y fitónimos.